El danés que recopilaba tipos raros. Jussi Adler-Olsen.

La otra tarde me preparé para escribir la reseña de «Selfies», la última novla de Jussi Adler-Olsen y su Departamento Q. Y no me salió. Así de fácil. No había forma de dotar de un poquito de sentido a una amalgama de palabras que, individualmente, podían ser más o menos descriptivas pero que, cuando se juntaban en una frase, resultaban inconexas.

Así que me dije a mi misma: «Mimisma, vamos a tener que empezar por el principio» Y así lo decidimos.

Sé que hay muchos lectores a los que no les gustan las sagas, las series, las tetralogías, pentalogías o «latiradelogías» y es muy respetable, a pesar de ello me veo olbigada a romper una lanza por ellas. No se trata de un invento de escritores actuales como medio de garantizarse la venta del siguiente título (que igual si), es una costumbre que se prolonga en el tiempo.
Hace muchos años alguien «inventó» las novelas por entregas. De ahí salieron obras maravillosas de Dickens, de Poe… Se publicaban con una periodicidad relativamente corta y finalizaban de esa forma tan conocida en las series de televisión: ¿Conseguirá fulanito vencer a Zutanito y salvar a la hermosa doncella?» «Lograra la señorita rubia del tacón de aguja convencer a la policía que ella es inocente, porque será un poco ligera de cascos pero incapaz de matar a una mosca y mucho menos a ese señor mayor que le había puesto el piso y comprado el visón y el coche?» y finalizaba con esa palabra tan conocida: «continuará».
Pues bien, ahora lo de las entregas no se lleva (o casi no se lleva) se escriben series de historias con unos personajes comunes (tampoco es tan «de ahora» que Monsieur Poirot o la Señorita Marple» no nacieron en este siglo). Decía, pues, que hay series-sagas.  Y, al mismo tiempo, hay escritores nórdicos, que llegan de países del frío donde las vocales no se usan mucho, y escriben unas novelas negras que destacan en el panorama editorial patrio.
Entre ellos tenemos al señor Adler-Olsen es un escritor danés que en el año 2007 se sacó de la manga un policía atípico. De hecho, parimages.jpga mi es de esa quinta de escritores que mencionaba antes y que terminaron de un plumazo con los detectives americanos (jovenes y perfectos ellos) y con los mediterráneos (ya maduritos, con experiencia y mucho sentido del humor: Carvalho, Montalbano, Brunetti)

Adler-Olsen nos trae de la mano a Carl Mork, el policía que protagoniza la serie. Se trata de un hombre de una edad «indefinida» pero ya curtido en las tareas policiales, que (¡Oh, sorpresa!) ha pasado por un hecho traumático en su carrera. Como no desvelo nada, puesto que se cuenta en su primera novela, ahí va: una operación que resultó un fiasco total, en la que falleció uno de sus amigos-compis y el otro quedo tetrapléjici. Mork salió medianamente «indemne». Y digo medianamete, porque en su vida profesional se le mandó a la reserva con atención profunda del «loquero» (denominación profesional con el que los cuerpos policiales identifican a lo que el resto de la humanidad reconoce como «psicólogos») y en la personal… Buf! Mejor ni entramos en la vida personal de este señor.

El hecho es que, ya que tienen que pagarle un sueldo y en su antiguo departamento de homicidios marea más que un mosquito en agosto, se sacan de la manga el DEPARTAMENTO Q. O lo que es lo mismo, Departamento de Casos sin Resolver.

Al amigo Carl ya le vale ese puesto: está en el pasillo del fondo de un sótano al que no baja nadie nunca, tiene una mesa, un sillón cómodo y la facilidad de echarse una siesta cuando le venga bien. Total, si todo un equipo de homicidios (con la inestimable ayuda de la ciencia forense actual) no ha conseguido solucionar el caso, no van a pretender que lo haga él solo, ¿no?
Eso es lo único que pretende Carl, que le dejen dormitar hasta que llegue la hora de cobrar la jubilación y retirarse. Bastante carga lleva encima como para tener que preocuparse con más asesinatos y similares. No. El ya pagó su cuota. Ahora toca vegetar.
Un día, aparece un arabe cargado con una escoba y un trapo amarillo. Es Assad, un sirio del que nadie sabe nada (y casi que mejor porque lo que deja intuir -¿un pasado en los servicios secretos sirios?- es para quitar el sueño a más de uno),  que se dedica a limpiar y a «ordenar» papeles de una forma curiosa: en un tablón y con un cierto sentido para analizar el caso. También enciende varitas de incienso, prepara una infusión de té con menta, endulzado con tres veces la cantidad de azúcar recomendada por la OMS para ingesta diaria en cada una de las tazas y reza sus oraciones en el cuartito de las escobas con su alfonbrilla «ad hoc».
A Carl le pone nervioso. Su mal acento danés, su confusión con las palabras, sus preguntas inocentes (que llevan una carga de pólvora considerable) y sus incomprensibles parábolas y comparaciones con las actitudes de los camellos de su tierra, le alteran. Mucho. Pero Assad es sagaz, listo y hábil. «Entonces» (así suele empezar sus preguntas el sirio) nuestro poli puede ser vago pero, al fin y al cabo, donde ha habido siempre queda, y aquello de resolver un caso y tocarle las narices a los de «arriba» le pone como una moto.
Total que, cada uno a lo suyo, van resolviendo casos.
El tercer personaje en discordia es Rose. ¡Ay, mi Rose! Unas veces punki, otras gótica y otras damisela decimonónica, es una policía con la que nadie quiere trabajar por su carácter variable, sus ataques de furia y sus verborrea hiriente. Rose llega, como Assad, para trabajos secundarios. En el fondo lo único que tiene que hacer es poner un poco de orden administrativo en el sótano. Pasar los informes al ordenador, búsquedas sencillas, en fin, una secretaria maleducada, mal hablada y maltratada (o eso se deduce) que contribuye, entre grito y grito y entre portazo y portazo, a solucionar más de un problema y a resolver dudas tan sencillas que nadia habia visto la solución, cuando estaba ahí.
Y volvemos a Carl, que ya esta bien, hombre, que el lo único que quiere es que le dejen en paz, que le han mandado a esa pareja que (por el amor de Dios) lo único que hacen es trabajar y trabajar. Que él no quiere. Que le obligan. Que le fuerzan. Que lo dejen tranquilo, que él ya ha cumplido, que ya está bien. Y nada, oye, los otros dos erre que erre. Que si Carl ¿no te has dado cuenta que el supermercado estaba cerrado ese día? que si ¿Ese año no fue el que no nevó casi nada? Y, claro, el pobre, ante tanta pregunta, no le queda otra que ponerse a trabajar y es que, a lo mejor, hasta se da cuenta que le gusta otra vez.
Y tenemos al último personaje en incorporarse al equipo: Gordon. Se trata de un joven alto, delgado (casi transparente), rubio, blanquecino, tímido. Un día bajó a buscar algo y se quedó. Anda un poco enamoriscadillo de Rose, pero, claro, a ver quien es el guapo que se lo dice.
Bien, he aquí al equipo que integra el Departamento Q de la Policía de Compenhague. Todos. Con alguna interacción de los de arriba (alguna vez los listos y, la mayoría, aquellos a los que Dios no llamó por el camino de la inteligencia) analizan, se inmiscuyen, preguntan, revuelven y resuelven todo aquello que se les ponga por delante.
Creo que, después de las presentaciones, solo falta añadir los títulos de la serie y los años de publicación:
1. Departamento Q. La mujer que arañaba las paredes (2011)
2. Departamento Q. Los chicos que cayeron en la trampa (2011)
3. Departamento Q. El mensaje que llegó en una botella (2012)
4. Departamento Q. Expediente 64 (2013)
5. Departamento Q. Efecto Marcus (2015)
6. Departamento Q. Sin limites (2016)
7. Departamento Q. Selfies (2017)
NOTA: Se han rodado varias películas sobre algún que otro libro, pero, quizá debido a la actividad constante de Doña Imaginación Desmedida en mi percepción de la realidad, no me he creído a ninguno de los personajes.
De todas formas. cada uno es cada uno e igual hay seres humanos a los que les gustan esas pelis.
OTRA NOTA: Como todas las series de novelas (o casi) conviene leerlas por orden. La interacción de los personajes en la trama está muy acentuada, la relación entre ellos es fundamental y las experiencias vividas van modificando el comportamiento del grupo. De todas formas, las tramas son independientes.
Para mi una de las grandes series de novelas nórdicas (Jo Nesbo, los suecos -me niego a escribir su nombre- que se sacaron de la manga a Sebastian Bergman- Anne Holt, Mary Jungsted, etc.). Eso si, el sentido del humor del amigo Adler-Olsen está bastante más acentuado que en el resto de sus compañeros. De los citados y de los que se han quedado por el teclado del PC sin que los intercale, mismamente por vagancia personal.
Por hoy ya he cumplido.
El próximo jueves más.
O no…